La misión Rosetta es el gran avance científico del año. La nave fue lanzada en 2004 y en una década recorrió 6.000 millones de kilómetros hasta llegar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, un objeto pequeño, de apenas cuatro kilómetros de longitud, que viaja por el espacio a 135.000 kilómetros por hora. El 12 de noviembre, la nave, volando junto al cometa, soltó su sonda de descenso Philae, que consiguió aterrizar de manera accidentada en el 67P. El proyecto, de 1.400 millones de euros y coordinado por la Agencia Espacial Europea, consiguió que un ingenio humano se posara por primera vez sobre un cometa. Pero el aterrizaje, como destaca Science, es lo más espectacular, no lo más relevante. El 80% de los resultados científicos de la misión llegarán de la nave Rosetta, que sigue volando junto al cometa.
2. Reescribir los recuerdos
Todo el mundo sabe que la memoria es voluble y manipulable. En un
conocido experimento de 2008, la psicóloga estadounidense Elisabeth
Loftus consiguió convencer al 30% de un centenar de estudiantes de que
cuando eran niños, en una visita a Disneyland, una persona disfrazada
del perro Pluto y completamente drogada les había lamido las orejas.
Este año, la ciencia ha ido mucho más allá. Un equipo liderado por el
médico Susumu Tonegawa, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE
UU), ha logrado reescribir los recuerdos
de varios ratones, transformando sus traumas en memorias bonitas,
mediante la optogenética. Esta revolucionaria técnica introduce genes de
algas sensibles a la luz en los grupos de neuronas que almacenan los
recuerdos y es capaz de encender y apagar a voluntad las células
cerebrales mediante una luz láser.
3. Fin del monopolio europeo en el arte de las cavernas
Europa tenía hasta este año el monopolio del arte simbólico
paleolítico, con espectaculares manos, bisontes, rinocerontes, leones y
osos pintados en cuevas como la francesa de Chauvet desde hace unos
39.000 años. Para muchos arqueólogos, estas cavernas demostraban que
algo había despegado en aquella época en el cerebro de los Homo sapiens
europeos, que habrían adelantado al resto de seres humanos del planeta.
Pero no. En octubre, un equipo liderado por el arqueólogo Maxime
Aubert, de la Universidad Griffith de Australia, anunció
que unas pinturas presentes en las cuevas de Maros, en la isla
indonesia de Sulawesi, tienen entre 39.900 y 35.400 años. Son una docena
de impresiones de manos y dos dibujos de cerdos, tan antiguos o más que
las primeras representaciones animales en Europa. O los indonesios
inventaron el arte simbólico por su cuenta o los humanos modernos ya
eran refinados artistas cuando empezaron a colonizar el mundo desde
África hace unos 60.000 años.El alfabeto de la vida, el ADN, es relativamente aburrido. Todos los libros de instrucciones microscópicos que figuran en todas las células de todos los seres vivos se escriben con las mismas cuatro letras: G, C, T y A, iniciales de los cuatro compuestos orgánicos que forman el ADN. Pero este año el alfabeto de la vida se ha animado en un laboratorio del Instituto de Investigación Scripps (Estados Unidos), donde un grupo de científicos ha creado dos nuevas letras artificiales, bautizadas X e Y, y las ha insertado en el ADN de un ser vivo, una bacteria, la Escherichia coli. La posibilidad de añadir nuevas letras al ADN abre la puerta a la creación de bacterias artificiales capaces de sintetizar medicinas o de fabricar combustibles, entre otras aplicaciones, algunas hoy inimaginables.
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